¿Cómo afecta el uso excesivo de pantallas al desarrollo cognitivo y emocional de los niños?

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En la última década, las tecnologías digitales se han convertido en una parte integral de la vida de los niños. Desde videojuegos hasta aplicaciones educativas, el tiempo frente a pantallas ha aumentado de manera significativa. Esta creciente exposición a dispositivos digitales es un fenómeno que ha cambiado radicalmente la forma en que los niños interactúan con el mundo que los rodea, afectando tanto su vida cotidiana como sus actividades recreativas.

Esta nueva realidad digital tiene consecuencias directas en el desarrollo cognitivo infantil, así como en la manera en que los niños se relacionan con su entorno. El uso excesivo de pantallas en niños ha generado un aumento del sedentarismo, la pérdida de habilidades sociales, dificultades en la concentración y una baja capacidad de autocontrol. Además, se observa una disminución del esfuerzo sostenido y del procesamiento profundo de la información, lo que repercute negativamente en el aprendizaje y en el desarrollo académico.

Otro efecto preocupante del tiempo prolongado frente a dispositivos electrónicos es la dependencia a la gratificación inmediata. Esta necesidad constante de estímulos digitales interfiere con la capacidad de concentración, la autorregulación emocional y puede derivar en baja autoestima, especialmente cuando los niños no están recibiendo atención externa o interacción a través de una pantalla.

Asimismo, el uso excesivo de tecnología limita el tiempo destinado a actividades fundamentales como la lectura, el juego físico y las actividades recreativas, lo que impacta en el desarrollo de habilidades motrices finas y gruesas. Esto puede derivar en retrasos en el lenguaje, en la coordinación motora y en el proceso lecto-escritor, afectando directamente el rendimiento escolar y las etapas clave del desarrollo infantil.

El juego simbólico, la creatividad y la imaginación también se ven disminuidos cuando los niños sustituyen las experiencias reales por estímulos digitales. Esta falta de interacción con el entorno físico reduce la estimulación sensorial, impide la vivencia de nuevas experiencias y limita el desarrollo de habilidades cognitivas y sociales esenciales para una infancia sana y equilibrada.

No se trata de pelearse con la tecnología, sino de aprender a convivir con ella de forma consciente y equilibrada. La tecnología es una herramienta valiosa que, bien utilizada, puede enriquecer el aprendizaje y el desarrollo de nuestros hijos. Sin embargo, es fundamental que como padres eduquemos en el uso responsable de las pantallas, estableciendo límites claros y fomentando actividades que impulsen el movimiento, la creatividad y la conexión humana. Enseñemos a nuestros hijos a no ser esclavos del consumo digital, sino a tener el control sobre lo que ven, cuánto tiempo dedican y cómo lo usan. Solo así podremos asegurar un desarrollo infantil sano, integral y en equilibrio con el mundo real.

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